jueves, 26 de septiembre de 2013

The Bad Lieutenant: Port of Call New Orleans, Werner Herzog


La película es soberbia, en tanto a que hurta la trama tradicional de Herzog sin traicionarse: el héroe, casi macondiano, condenado a cumplir un destino absurdo contra el mundo más crudo, que no es otro hombre que aquel de Aguirre, la cólera de Dios, en la fiebre del oro y la selva colonial más pluviosa y anegada de barro, o el de Fitzcarraldo, el hombre que tiene que trasladar un barco de una montaña a otra para comerciar con caucho, pues necesita financiar la construcción de un teatro de Ópera en la mitad de la selva peruana de Iquitos; o incluso el hombre de su glorioso documental Grizzly man, sobre aquel desquiciado animalista que intentó volverse un oso real, y terminó repletando una masacre de osos por otros osos...el hombre de Herzog, ahora transfigurado por una soberbia actuación de Nicolas Cage en este The Bad Lieutenant: Port of Call New Orleans, un teniente drogadicto y proxeneta en Nueva Orleans, que es ese mismo hombre abocado a un destino demencial, sin tocar cotas kafkianas, pero siempre febril, siempre aplastando.

Herzog presenta entonces un thriller de factura Hollywood, de impecable dicción estética y guión, que puede resultar engañoso por convencional, aunque no hay tal: la primera fractura de la historia es anclarla a las inundaciones del Katrina: un preso con una pierna rota está a punto de ahogarse mientras en la ciudad impera el caos y la destrucción tras el huracán. El teniente y su compañero lo miran, bromean, deciden pavonearse para desesperación del hombre a quien el agua ya casi le llega al cuello, hasta que Terence McDonagh (Cage) se lanza al agua para rescatarlo. Herzog nos hace pensar que gracias a ello al teniente le sobreviene un problema de espalda para toda la vida, lo que impone al personaje los mismos andares contenidos de Aguirre en su conocido film.


¿Y cuál es la demencial tarea que le impone la historia al hombre, tras joderse la espalda en un hecho articulado con el huracán Katrina, tarea demencial  por demás que debe tener el sello de Herzog? La toma de posición del guión es magistral, y hay que atender: el teniente drogadicto de repente tiene que resolver un caso doloroso de masacre, pues una familia senegalesa de inmigrantes ilegales, niños incluidos, ha sido asesinada por traficantes de drogas que irrumpieron en su casa  Y sigue para el teniente: sin que se dé cuenta, y nosotros tampoco, su negocio de proxeneta y su afición a las apuestas de football americano también empiezan a urdirse con la masacre, y generan inconvenientes hasta el punto de contraer una deuda de 50.000 dólares y dos sesiones sexuales para un par de sicarios. Así, el teniente disoluto y genial, debe resolver en dos días una masacre, conseguir el dinero y poner a salvo a Frankie, la prostituta que explota y ama al mismo tiempo. Para terminar de añadir el absurdo de las selvas de caucho y la ciudad irreal de El Dorado, al teniente le surgen más patas en la mesa: su padre alcohólico entra a A.A., por lo que no puede ocuparse de su perro, que el teniente debe cuidar al mismo tiempo que un testigo africano de 15 años (la única persona que contempló la masacre de la familia de inmigrantes ilegales), y también afrontar las sanciones que le caen por violentar a la madre de un senador, e interrumpir el coito del hijo de un dealer con Frankie; para finalizar, debe cerciorarse de que un futbolista de americano cumpla su promesa de perder el juego, o de lo contrario matarlo, todo esto adocenado con continuas dosis de todo tipo de drogas. ¿No es lo mismo que Aguirre en busca de El Dorado?


Pero nada sería de esta historia sin la absorbente actuación de Cage, que me recordó a personajes memorables como Tango y El Negro, o el logrado papel de Kevin Bacon en Where the Truth lies de Atom Egoyan: personas que solo el cine es capaz de dar, pues ni la literatura ni el teatro son capaces de dotar al actor de una personalidad que a veces lo domina, logrando emanar entonces una entidad que al mismo tiempo se ve como un ser humano genial que a la vez un perfecto fulano cualquiera. Cage elabora una actuación a veces exagerada pero cerebral, logrando momentos gloriosos, como cuando un dealer es asesinado en la casa del responsable de la masacre de la familia senegalesa, y con todo, Cage logra ver el alma del dealer bailando break dance en el suelo; McDonagh pide entonces que le disparen de nuevo al cuerpo, para que el alma muera y deje de bailar, lo que de inmediato remite a la superstición africana que Chinua Achebe cuenta en su magistral Todo se desmorona: el enemigo debe morir dos veces, pues su alma se burla de la nuestra, que no logramos ver, lo que configura una suerte de derrota para nosotros, y de secreta, tonta, imprevisible victoria para el enemigo muerto. Cage hasta entonces ha logrado un papel tensionado y divertido, como el momento mismo en el que se le dispara a un cadáver:



Con lo anterior notamos un guiño extraño en Herzog, y es la inclusión de elementos surrealistas, símbolos o licencias poéticas dentro de una filmografía donde la descarnada realidad ha imperado, y la única locura ha sido la del hombre y su ambición. La locura estética en este maravilloso filme se ve reforzada por cosas como las extrañas iguanas, caimanes y reptiles que acompañan los momentos de tensión, pero también recuerdan las cosas "que el huracán y la inundación trajeron" (pues no son animales nativos, sino invasores), o también el poético final donde McDonagh  y Chávez (la persona que salvó de ahogarse al inicio de la película) se reencuentran nuevamente cerca del agua, pero esta vez en los acuarios de la ciudad, pensando en el sueño de los peces, alusión a un poema que escribiera el niño senegalés caído en la masacre: animales de agua, unos controlados, otros invasivos, todos venidos de las aguas del destino:




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En el año 1988 Maníli abría la puerta grande de Las Ventas de Madrid en la corrida de Miura. También nacía yo. Amante de la tauromaquia, el cine, la literatura y el rock. Sigo con obstinada fe la certera evidencia de la frase de Lorca: "Creo que los Toros es la Fiesta más culta que hay en el mundo".