martes, 15 de diciembre de 2015

Las mentiras en el video Otto el Toro




Siempre me causa una gris impresión la entusiasta capacidad de mentir en un movimiento de pureza ética como el animalismo. Cada mes los taurinos debemos soportar las ideas de algún planning morboso que siempre inventa alguna forma de ocasionar daños a la imagen de la tauromaquia con falsedades fantásticas, como si la grandeza de su acusación en contra de la tauromaquia no fuera suficiente (¿o porque no lo es?).

En el caso de diciembre asiste ante nosotros el vídeo de un risible torito de nombre Otto, de manufactura mexicana y sostenido en una complicada red de mentiras e infantilismos.

Es cierto que el vídeo de Otto parece dirigido a un público infantil, sobre el que desea una poderosa información de las corridas, pero también que su visión, embrutecida y lela, coincide plenamente con el imaginario animalista sobre la tauromaquia, el toro y el aficionado. Al final se tiene la sensación de un vídeo que parece más un monólogo del animalismo en sí que un vídeo nazi de propaganda dirigido a infantes.
Sin más preámbulos, y sin rebajarnos a poner el link del video para darle de comer a los animalistas, vamos a ver si los antitaurinos le dicen la verdad a los niños:


"Es un toro común, pero dicen que es de lidia para poder usarlo a su antojo"

No precisamente. El toro de lidia no es como los otros, por más confusión que pueda generar (entre quienes jamás lo han visto) el que tenga cuatro patas y dos cuernos, como un Wagyu japonés. Un holstein no es un Miura, ni puede serlo. El toro de lidia es llamado así porque resulta ser el único bovino que combate con creciente agresividad, sea en machos o hembras. Esta verdad incluso ha sido refrendada por la ciencia. Solo en este último año, dos facultades académicas han publicado sendos estudios sobre los cromosomas que hacen del toro de lidia un animal sui generis, y que conserva en su carga genética datos verificables sobre fenotipos y genotipos adaptados para la lucha, la agresividad o la bravura. Que el toro de lidia no es un toro común es un hecho aceptado.


"Lo golpean con palos para ver si se defiende por instinto y es bravo"


 ¿Los toros comunes se defienden ante una agresión de cualquier tipo? Esta es la pregunta racional que dimana si se acepta como verdad que Otto es un toro común. En todo caso, parece que el animalismo infantiloide no solo ignora todo sobre el toro de lidia, sino que al parecer también lo hacen sobre las razas domesticadas. El proceso de selección y condicionamiento, moldeado por siglos con paciencia, ha hecho de las razas cárnicas domeñadas algo muy similar a un apacible rebaño de ovejas. Es bastante difícil que un macho bovino de razas "comunes" responda a nada. Su nariguera cuelga como una candonga brillante para lucir como un símbolo del amansamiento. Incluso la palabra "bravo" se contrapone a la de "manso", solo porque el último es el animal que no responde ante la agresión. Si el toro de lidia es un toro común, pero los toros comunes no responden a la agresión, es bastante improbable que golpearlo con palos haga que se defienda, por lo que no podría ser llevado a corridas, ni existiría el toreo.

Por demás, decir que al toro se le golpea con palos en las ganaderías mientras un bate de béisbol sale a escena, solo puede ser calificado como una ruin mentira. Es totalmente falso y malintencionado asegurarlo.

Cuidado con la vaca lechera junto al torito. El lunfardo del bate está por sacar su tercer strike

"Le echan aguarrás en sus patas para que no pare de bailar"

¡Estas personas son dignas del siglo III! No pueden formular un sumario de argumentos sin que el punto que se toque sea una total contradicción del anterior. ¿Así que en la ganadería alguien se ensañó a batazos con el toro para demostrar que era bravo, pero se necesita "aguarrás" aplicado en las patas para que se mueva, ya que no es bravo y por ende no se movería por sí solo a luchar? Esta sofistería sería suficiente, pero nadie puede explicar cómo es que el aguarrás, un disolvente suave de pintura, puede ser capaz de tener un efecto constante que dure toda la lidia, para importunar las patas del común pero bravo pero manso animal. Si obviamos que la pezuña del toro no posee terminaciones nerviosas (es una uña hendida, grande y dura), aplicarle en hipotético caso el aguarrás tendría el mismo efecto del disolvente de esmalte cosmético en las uñas humanas: algo totalmente indoloro. En este punto debemos disculpar de esta estupidez a los animalistas: sus mujeres no usan maquillaje, ya que evitan cualquier cosa probada en animales. Ellas deben imaginar que sus pares no-veganas sufren una indecible tortura cuando remueven el esmalte de sus uñas. Otra ventaja del veganismo.
Desde luego no hay pruebas documentales que demuestren la existencia de esta aplicación en las pezuñas de los toros, más allá de los dibujos animalistas.


"vaselina en sus ojos para que todo sea sorpresa"

La obsesión antitaurina con esta ligereza es inexplicable. Como si ese "animal común" en realidad fuera peligroso, alguien jamás captado por una sola cámara aplica vaselina grasa en los ojos de un bovino con el fin de correr un tupido velo de niebla en ellos. El animal, como es obvio, va viendo el mundo a través de un cristal empañado, lo que facilita la labor al matador al momento de esquivar los cuernos. ¡Como si no fuera suficiente con ser un toro común, pero seleccionado a palazos como bravo, pero obligado a ser bravo con removedor de pintura! Algunos deberían contener su imaginación. No hay una sola prueba documental que demuestre el mito de la vaselina en los ojos. Tampoco queda claro cómo es que la acción de la grasa en la retina puede causar una visión borrosa constante, o como es que el toro embiste a caballos, muletas, capotes, banderilleros y toreros si es que de verdad no está viendo absolutamente nada. Sin una sola prueba que lo demuestre, ni racionalidad alguna a la vista, el mito de la vaselina en los ojos cae en el vacío. Incluso el famoso extorero Álvaro Múnera El Pilarico, ahora un antitaurino irredento, ratifica que es un risible mito.  (ver minuto 37:20 de este video)




CAPOTES ROJOS 

La siguiente imagen lo explica todo. Aunque el vídeo prosigue en una importante cantidad de falsedades (confundir el orden de los tercios; mentir que al toro se le clavan las banderillas en el cuello, incluso la pica, obviando la existencia del morillo), que ni siquiera se tenga claridad en algo tan fundamental como el color de un capote, explica que en realidad estas personas jamás han visto una corrida de toros en sus vidas. Sin embargo se creen autorizados a contarle a los niños de qué trata el toreo, un rito devenido desde la Grecia clásica que sin embargo se reduce para ellos en una carrerilla de animal con disolvente y vaselina para que las personas se rían, como en un chiste ligero.

Aquí se debe desenfundar el arma de inmediato para preguntar cómo es que alguien que tiene en tan poca consideración "la verdad" puede hablar de cualquier tipo de ética. Cuando se recuerda que no solo hablan sino que intentan imponer su visión de la ética, se torna más preocupante todo, por cuanto estaríamos nada más y nada menos que ante un fanatismo. El vídeo de Otto el toro, de inicio a fin, es una mentira.


¿Por qué mentir tanto?

¿Alguien podría creer en una denuncia plagada de mentiras? Es obvio que no, pero haría falta mucha ingenuidad para suponer que los animalistas pretenden denunciar, informar o hacer consciencia con esta clase de cosas. Para ellos es más rentable el direccionamiento de odio contra la tauromaquia, entre otras cosas porque de inmediato retrata al animalismo como un movimiento saludable por sí mismo, y desde luego dispuesto para la recepción de donaciones económicas, ya que el animalismo es un negocio multimillonario.

En el caso de Otto el toro la ONG y los realizadores se encargaron de hacer un clip donde la verdad no aparece en uno solo de sus segundos. Adoctrinar a los niños en el odio a las corridas, es decir, a los taurinos, es un efecto colateral en este ejercicio de extender la misma falsedad en distintos formatos. Ni siquiera cuando hablan de la muerte del astado, fundamento y centro del rito taurino, tienen la delicadeza de poner las cosas en orden y ofrecer los argumentos en torno al sacrificio. Para ellos, al toro se le clava una espada que mide un metro de largo (!) y luego se le corta la yugular previo arranque de las orejas cuando aún estaba con vida. ¿Acaso refutan de alguna manera la escala moral en torno a la muerte del toro, devenida de códigos caballerescos y estudiada por autores modernos como Palette-Cazajus o J. Aledón? Sería mucho pedir para un vídeo infantil. Y se dice "infantil" no precisamente porque sea dirigido a niños.


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lunes, 16 de noviembre de 2015

Diego Urdiales en México



Ante un oponente bastante insignificante Diego Urdiales confirmó su alternativa en la Plaza México, esa perenne fuente de frustraciones y anatemas taurinas. En nombre de esto, y no de la verdadera magnitud de la faena, es que Urdiales impactó en la jornada dominical taurina de América, pues vino a suponer un bálsamo para la dolida afición seria de dicha plaza, sometida cada tanto al escarnio de la vulgaridad, el pseudotoro y la ramplonería taurómaca, sin embargo exhibida potentemente en la televisión cada domingo como si de acontecimientos reales se tratara. Es como si transmitieran a nivel mundial un concurso municipal de poesía adolescente.


       

Pues este concurso de chapuceros se convirtió el pasado domingo en una cátedra brillante. Ante el toro Personaje de Bernaldo de Quirós, un jirón de 505 kilos de puro pienso y materias grasas, Diego Urdiales dejó en el ruedo el toreo más estético que haya visto América en la presente temporada, quizá también de la pasada. Si alguien quiere saber qué es el compás, o el papel jugado por la cintura y las muñecas con evocaciones belmontinas en el toreo, debe atender esta faena antes que nada. Incluso los doblones sin terminar de flexionar las piernas, diríamos "a media altura", tan del toreo antiguo de cuando el toro no permitía un respiro al matador, tuvieron el suficiente sabor como para justificar una oreja de ley en cualquier plaza seria del mundo.

No sé el motivo, quizá es una conexión atrevida, pero dadas las circunstancias pensé de inmediato en lo que fue Paco Camino en México. Nadie como él vino desde afuera para interpretar el sentir mexicano del toreo, donde no prevalece la ortodoxia sino una suerte de ligazón heterodoxa en la que vale la expresión única de cada muletazo, la hondura y el sentimiento del intérprete. Es decir, ¿hace cuánto no veíamos al público de barreras y contrabarreras alzar su brazo cantando cada "olé", o dejando por un momento corto sus asientos para enfatizar un "olé" aún más extasiado por el milagro visto? Ese era el público americano de la alegría, ahora casi muerto y que cada vez más da paso por partes iguales a hordas de semianalfabetas cazacarteles y a toristas con una frustración conmovedora.



Urdiales, casi como Antoñete, resucitó su tauromaquia rayando la cuarta década de su vida. Como esta faena, todo en la tauromaquia tiene resurrección. Algo así debe ocurrir con la Plaza México, con la tauromaquia americana y con la dignidad de una cabaña brava continental sometida a décadas de legrado por parte de las figuras del toreo. La faena de Urdiales a Personaje, más allá del triste toro que la acompañó, es la prueba de que en este continente el toreo puro tiene cabida, y que su lenguaje universal es capaz de conmover a los aficionados, mucho más que las maromas zapopineras, los falsamente valerosos cambiados por la espalda, el estúpido toreo de rodillas o las carreritas histriónicas de los banderilleros del pitón pasado. Como decía Carlos Fuentes, a quien Manolete le enseñó (aunque en realidad es una cita del Quijote) que todo es vida, incluso la muerte: "ojalá y todo eso se vaya a la mierda".



Fotos. Manolo Briones.
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domingo, 18 de octubre de 2015

Centenario de la encerrona de Joselito con seis toros de Miura




Un años antes, durante la encerrona con seis toros de Contreras, José era sacado a hombros por una febril multitud compuesta por aquellos afortunados que habían visto la histórica faena al astado Algabeño. Era el delirio de las grandes tardes de toros, que confieren a la fiesta ese halo de inmortalidad por un momento, y que concilia a todos los espectadores en un solo puño. Pero desde el tendido, los eternos inconformes le gritan a su paso "¡Con Miuras!", reclamando que la proeza se hiciera con toros aún más difíciles que los de Contreras. Y él, reproduciendo el gesto del gran maestro que había de dominar su época, reformar las bases del toreo y extender el pundonor torero hasta sus límites más inhumanos, les responde: "Al año que viene".
Pues he aquí el 17. 10. 1915, en la misma plaza valenciana, otoñal y describiendo el final de una temporada agitada por la primera oreja en Sevilla, la corrida de Santa Coloma meses antes con Belmonte y las ocho encerronas de Joselito (Medina Garvey, Murube, Pinto Barreiros, Santa Coloma, Murube, Duque de Tovar, Santa Coloma, et al).

Su respuesta a los aficionados que le increparon desde el tendido fue esta:


Ovaciona el pueblo entero
tal derroche de valentía
Cae a los pies el torero
toda una sombrerería

Cuarteta del Heraldo de Madrid

Dice Paco Aguado en su imprescindible biografía sobre el Rey de los toreros: "Además de las más de veinte corridas que lidió en solitario en todas su carrera, solo una perteneció al legendario hierro, la que mató el 17 de octubre de 1915 en Valencia por un simple pique con unos aficionados "chés" que el año anterior, cuando salía a hombros de la misma plaza después de matar otros tantos de Contreras, le retaron a que lo hicieran con seis "miureños".
Y era así. El menor de la dinastía gallista y seis toros de Miura.
El duelo, desde luego, despertó un fervor inusual puesto que parecía el colofón a una de las mejores temporadas gallistas, verificada en toda la mitad de la Edad dorada del toreo. Entonces se decía que José toreaba "Dando pases de verdadero Papa", hipérbole que explicaba la pretendida santidad de un joven de 20 años que dominaba todos los giros del toreo como si de un maduro Pedro Romero se tratase.

Sobre los toros, es poco lo que puede decirse. Un siglo después de la gesta, fatigar las hemerotecas en pos de sus datos es una labor sin recompensa.
Francisco Moya en la revista taurina Sol y Sombra dice: "A Valencia ha enviado don Eduardo Miura un encierro con cuatro toros muy bien presentados uno chico y otro que se tapa por lo cornalón". Mientras que D. Carpio, para  el semanario Palmas y Pitos, escribiría que " hay dos toros que, aunque son largos, son muy bajos de agujas, y para qué hablar de ello. Los restantes están bien, sin ser ninguna exageración".   

Antes de la cruza con el famoso semental de Tamarón que tenía por nombre Banderillo, los miureños lucen sin la imponente alzada esquelética de nuestro presente. Reverberaba en ellos las sangres ya extintas hoy, aunque su poder era incomensurable y mandó al otro mundo a muchos toreros en aquella época. Pero "Joselito se aburría con los miuras", como dice Aguado.
También apostillará Jose Maria Sotomayor, en su obra comparativa de Joselito y Belmonte:


Dirán además las crónicas del ABC y D. Carpio:

"El primer toro es castaño obscuro, de bonita lamina, al que Joselito veroniquea; la ovación estalla, y se repite durante todo el primer tercio, pródigo en quites afilagranados. Cinco varas tomó el toro. Parean Cantimplas y Chiquilín. Joselito empieza con un pase ayudado con los pies clavados en la tierra; sigue ceñidísimo, tanto, que al dar un pase el toro le rompe el chaleco. Esto le encorajina más a Gallito, que continúa cada vez más cerca, dando toda clase de pases, tocando los pitones. El público, entusiasmado. Dos pinchazos buenos. El toro empieza a enseñar la oreja miureña. Joselito lo consiente con el cuerpo. Otro pinchazo y media estocada. Al acercase al estribo se ve que tiene rota la taleguilla por la ingle".

"Las mejores faenas que hizo José fueron las del sexto toro: verónicas, navarras, recortes, todo acabado con suma perfección. Luego prende un buen par de banderillas, y el sobresaliente, que es el Petreño, dos regulares. Brinda desde el centro de la Plaza y realiza una faena estupenda y valiente. Pases de pecho, naturales, de molinete, afarolados, de rodillas, el colmo, y el público de pie aclama a Gallito. Un pinchazo bueno y una superiorisima estocada fue el colmo de la fiesta, y el delirio de la ovación. Esta es la verdad clara y terminante de cuanto pasó en esta corrida". 


Lidia, arte, poder, torería, es decir, otra gloriosa tarde para decir que El toreo es grandeza, como clamara un absorto Joaquín Vidal décadas después. ¡Cuánto poder, cuánta sapiencia, cuánta valentía se requieren para lidiar seis toros de Miura en cualquier época de la tauromaquia!
La encerrona demostró la capacidad sin límites de un torero joven llevado hasta el límite en una maratónica temporada plagada de hitos y dolor. Desde que Lagartijo se encerró con seis miuras a favor de la Cruz Roja en el siglo XIX, la empresa de vérselas a solas con un encierro de los de Zahariche ha supuesto una tarea descomunal para la mente, el miedo y el cuerpo. Joselito cubrió la mansedumbre del encierro, acaso más difícil que la bravura en esta casa, propagando su ánimo tras la agresión de ese primer toro que le destruyó parte del traje. El repertorio de la capa, que le valió saludar una ovación en pleno tercio de varas, satisfizo al público, lo mismo que la muleta en el primero y sexto, totalmente dominados y sujetos por el Rey de los toreros. Cortó dos orejas en época en la que apenas se daban.
El pundonor que supuso encerrarse con 20 años ante seis miuras, trazó un techo muy alto para las aspiraciones del resto de matadores que vendrían en la historia, incapaces de tal gesta a tan corta edad y sin otra motivación que demostrar su sitio de matadores de toros. La valentía exacerbada, la lidia inteligente ante seis laberintos mansos y quedados; el poder de la capa más efectiva de la historia, la honestidad al matar y al elegir el encierro...hoy nos romperíamos las manos ovacionado una sola faena de esas.

Sin embargo, digamos con la melancolía general de este escrito, que lo importante de esta encerrona no fueron las faenas, pese a su capital importancia. Desde luego aquí lo relevante es la respuesta al aficionado que lo exige. 
Solo José entonces podía complacer así a una afición enconada, muerto de ira por su amor propio que respondió no con retos, vulgaridades, vetos, censuras ni desaires a una afición que le reclamaba hacer sus proezas luminosas ante toros más difíciles. Porque un torero debe responder con un cartel de toros a los aficionados que le reclaman, no con la policía, la censura o el reto a bajar al ruedo.



Era un tiempo distinto. Fue esa época donde la comunión entre los matadores y sus seguidores era un lazo fuertemente atado a la fe por la tauromaquia, el orgullo por el rito y la afición, y la devoción por los toros incluso para verlos en muladares que hacían las veces de corrales como si se tratara de dioses amados. Los toreros hacían la épica gesta con la que el aficionado salía a la calle lleno de ella, dispuesto a carear a "los del bando contrario", como en aquella época salieron de 1915 todos los gallistas en tropel retórico contra los belmontistas, a clamar la supremacía de José Gómez Ortega, Gallito, El Gallo, cuya mirada de la foto que inicia esta publicación refleja tanta soledad y profundiad como quien se sabe solo en el reinado histórico del toreo, suficiente, confiado y poderoso en la plaza de tientas de Miura, sin sospechar la muerte que se avecina cinco años después en los pitones de un ignoto toro en Talavera. 
Hoy, con tantos lobos golpeando nuestras puertas, ¿qué hechos de amor por el toreo nos llenarán de orgullo para salir como esos gallistas a encarar a los belmontistas, salvo que hoy el enemigo retórico es casi la sociedad entera en nuestra contra? ¿Quién recogería el guante de los aficionados que claman por un cambio en la estructura interna de la tauromaquia, tan ahítos de la misma perfecta facilidad, anestesiante, indiferente para la sociedad, desprovista de ardor épico y de motivos para hacer creer a los aficionados en su rito? 
¡Con Miuras! ¡Con el toro íntegro de hierbas, puntas y patas!


Post data: debo gran parte de la riqueza documental de este humilde escrito a mi amigo Pepe Morata, joven gallista como yo. Va por él y por José a un siglo de su magisterio. 
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sábado, 3 de octubre de 2015

Ventero 666



Cuando llegó el telegrama al gabinete del ganadero Juan Pablo Fernández, quien por entonces dirigía los destinos del histórico hierro de Vicente Martínez, sus ojos bajaron por el escueto texto que describía la aparente sucesión de toros mansos: uno quemado, otro cumplidor, el cojo, uno apenas bueno y el indiferente. Pero en el último, de nombre Ventero, se rompía con la estadística. Había que persignarse, pues estaba reseñado con la vieja caligrafía ganadera bajo el número 666: seis varas por seis caídas, por seis caballos muertos. El diablo.

Todo esto fue leído por el ganadero en la soledad de su gabinete, antaño habitación patriarcal infranqueable para cualquier miembro de la familia que no fuera el señor de la casa. Sobre rumores, siluetas en vidrios esmerilados, ruidos de madera equivalentes a los negocios o las riñas, un Luis Fernández Salcedo todavía niño recuerda con reverencia, afuera de la habitación, el estremecimiento del padre al ver las notas de Ventero. En aquella ocasión, con otras contadísimas, él pudo franquear la puerta del despacho, llamado por alguien de improviso urgido de compartir su estupefacción.
Los hechos en torno a este toro, inmortalizado en la famosa foto de Juanito Vandel, se extienden incluso más allá de su muerte. Luis Fernández Salcedo lo recordaría al evocar el Citröen perdido tras la Guerra Civil, es un hilo del que ya tiraremos con fuerza más adelante.
Lidiado en 1918 sin fortuna por un superado Camará en San Sebastián, "El Imparcial" diría de él: "Un bicho admirable, seco, duro, bien criado, con gran pujanza y atrozmente (sic) certero". Y Don Pío en "El Liberal" diría sobre Ventero: "prontísimo, impetuoso, fuerte, a comérselos vivos; con mona, caballo y castoreños levantaba al grupo en alto, lo tiraba luego con golpe brutal al suelo, se queda comiéndose, rabioso, los caballos". Ventero fue un pellejo del diablo,  bravo y furioso en contraste con su fina lámina, que incluso embistió contra los jamelgos caídos hasta arrastrarlos contra el estribo sin dejarlos. Su codicia en la pelea fue referencia máxima del comportamiento bravo del toro en varas y muleta, lo mismo que un definitivo convencimiento de toda la afición sobre el acierto del cruce entre la casta Jijona y el encaste Ibarreño, que luego daría pie al nacimiento del toro moderno.

Antiguo Jijón, prototipo de Vicente Martínez antes de la cruza con Ibarra y Parladé.

"En el histórico día 12 de julio de 1936, entré, por última vez, en el despacho de mi padre, después de misa segunda, para anunciarle que ya aguardaba en la puerta, con su coche de alquiler, Paco el de la Adela". La familia Fernández dividiría su exilio entre Burgos y Francia, pues había comenzado la Guerra Civil en España, una crujiente herida que también suena al cicatrizar. Don Juan Pablo moriría en Francia mientras que Luis Fernández Salcedo heredaría la vacada de Vicente Martínez, ya diezmada en medio de un campo arrasado por lo fragores de la guerra y los desmantelamientos. Era 1939.
"En los primeros días de septiembre volví a Colmenar. Nuestra casa por fuera estaba intacta. Entré. El portal, el comedor, las alcobas, todo estaba, poco más o menos, lo mismo a primera vista. Una especie de fuerza magnética poderosa me apartaba del despacho de mi padre, en el que yo tenía miedo de entrar. Al fin, por la puerta entreabierta, pude verlo en toda su desolación. Parecía un hospital robado. Solamente estaba en su sitio la cabeza de Gamito. Todo lo demás había sido aventado por el viento de la subversión y de la guerra".

Repítase de nuevo: todo el gabinete fue desmantelado, salvo la cabeza de un toro. Era la cabeza de Gamito, el primer toro bravo moderno de la historia.

"Hoy, al cabo de catorce años, dicha habitación me sigue inspirando una infinita amargura, y rehuyo de entrar en ella todo lo que puedo. Y, sin embargo, a pesar del tiempo trascurrido, yo me comprometería a situar cada cosa en su sitio: desde el icosaedro que servía de pisapapeles hasta la tablilla pintada por Julio Oñoro, que representaba a "Gallito" dando un pase por alto al "Barrabás". A la izquierda de la puerta, debajo del cuadro que figuraba al "Diano" corneando la puerta del corral del herradero, estaba una composición referente a la primera corrida de la cruza, y por debajo de ella, una fotografía magnífica de Vandel, representando al "Ventero" momentos antes de tomar la sexta vara. De espaldas, los matadores, muy bien colocados, se les conoce perfectamente; "Fortuna" se prepara para hacer el quite. Junto a la barrera, sin gabardina, naturalmente, se ven los cinco caballos muertos, muchos de ellos metidos debajo del estribo. En el margen superior del cartón, dice exactamente lo siguiente "Ventero", número 5. Lidiado en San Sebastián el 18 de agosto de 1918. Tomó seis varas; dio seis caídas y mató seis caballos. Lo mató Camará de varias estocadas, una de ellas, recibiendo" (...) "El autor, Juanito Vandel, como se le llamaba en la intimidad, se la regaló a mi padre, de quien era muy amigo y correligionario en el joselismo" [gallismo] (...) "Y llevado en su entusiasmo, con la misma pintura blanca con que firmaba "J Vandel.Foto", había puesto una cruz superabundante encima de cada caballo muerto, e incluso en el cuello del que todavía está en pie, relativamente orondo".
"Y aquí viene lo bueno. Como yo echase de menos tales signos, pregunté:
-¿No tenía este cuadro unas crucesitas?
-Sí...,pero...¡hubo que quitarlas!
Este detalle, al parecer cómico, es una de las tantas elocuentes muestras de la angustia de una época absurda."


Desde luego no deja de ser estremecedor. Arriba reposa la fotografía cuyas cruces debieron ser borradas en la espiral de odio en la Guerra. Su copia fue hurtada por uno de los bandos del conflicto. Denostando todos los símbolos, los comités de emboscadas desmantelaron la habitación que servía como despacho al poderoso señor de la zona. Todo desapareció. Todo fue expoliado del gabinete paterno. Todo, salvo la cabeza de Gamito, digna y en lo alto de la habitación vacía, como símbolo del inmutable significado de la tauromaquia, ajena a las controversias bélicas e ideológicas entre la izquierda y la derecha.
Hoy día el mismo pelmazo comité permanente de la moral y la violencia también nos obliga a eliminar las cruces que señalan ya no los caballos, sino los toros, corderos, cerdos, perros con ébola y pollos muertos. A esta peste que se extiende sin control pero con idéntica intolerancia,  solo le cabe una respuesta: la cabeza altiva, arrogante y fiera de un nuevo Ventero, un nuevo Gamito o Barrabás; el torismo como credo y el heroísmo del torero como camino. Es decir, la verdad.
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lunes, 28 de septiembre de 2015

Preguntas para Silvia Barquero



Sra. Silvia Barquero, presidenta del Partido antitaurino contra el maltrato animal, Pacma:

Cuando usted proclamó ante la prensa el inicio de la "cacería" contra el rito del Toro de la Vega en 2015, unió la frase a una declaración sobre el tiempo que PACMA llevaba actuando contra esta práctica: 10 años. Este, en particular, se presentó entonces como un aniversario redondo, saludado por una prensa cada vez más enconada contra el rito, esta vez calificado directamente como "bárbaro" en medio de un linchamiento mediático sin precedentes. Contra él se fletaron buses gratuitos para acumular manifestantes en Madrid y Tordesillas, mientras un inusual fenómeno de redes sociales exponía las peores xenofobias dirigidas a todos los habitantes de la pequeña población que acoge el Toro de la Vega.

Pero finalizado el torneo, muerto Rompesuelas, idos los torneantes y los activistas, usted deja de figurar en la prensa hasta el día de ayer, cuando se mostrara frente a Enrique Ponce en un formato de tertulia-debate sobre las corridas de toros publicado en la versión dominical de El Mundo.

Su silencio de varias semanas, ese paréntesis al parecer inocuo, no debe dejarnos indiferentes frente a lo que ocurrió entre el alanceamiento de Rompesuelas y la entrevista con el torero de Chivas. En su silencio, miles de caprinos y ovinos serían decapitados en el Eid al Adha, el rito musulmán cuya celebración sucede al central Ramadán para afianzar el pacto entre Dios y los hombres. Corderos, ovejas, reses lanares y demás, perecen degolladas en nombre de la salvación de Ismael, rescatado por un ángel en el último momento cuando Abraham, su padre, se disponía a sacrificarlo para demostrar su total sumisión a Dios. Para occidente esta historia no es desconocida, salvo que en el cristianismo Ismael recibe el nombre de Isaac. En ambos casos, el islámico y el cristiano, el episodio sagrado supone la piedra central misma del pacto entre Dios y sus hijos, es decir, el fundamento histórico de la religión. No es cualquier cosa.

En todo caso esto a usted le resulta desesperadamente indiferente. El animalismo es una teoría que solo funciona en relación a sí misma, sin considerar todas las vertientes culturales, religiosas o antropológicas que explican el sacrificio de los animales. Para usted, lo mismo que para miles de veganos, los matices referidos no son más que excusas de un relato general que trata sobre el sadismo contra los animales.

¿Cómo explicar entonces el silencio suyo y el de PACMA frente al sacrificio de miles de corderos en un solo día, mientras pudieron extender una potente campaña contra la muerte de un solo toro en un pequeño pueblo de España? Esta pregunta es pertinente a la luz de un hecho que al parecer usted ha omitido, no sé si por deliberación o ignorancia: el Eid al Adha sucede en España, tan cerca y lejos de Madrid como Tordesillas. Apenas semanas después y frente a su vergonzante silencio, las familias compuestas por el millón de musulmanes que habitan en España decapitarían tal cantidad de animales hasta teñir de sangre casi fluorescente los patios de las mezquitas nacionales. ¿Qué distingue a estos animales del Toro de la Vega, como para no emprender por ellos la campaña que llenaría a España de buses gratuitos, vídeos institucionales, prensa y redes sociales, acoso al PSOE, foros, debates, y cualquier cosa que supusiera la ocupación de espacios contra el Toro de la Vega o el Cordero de la Mezquita? ¿Por qué las corridas de toros son incluso motivo de su nombre, mientras los corderos, ovejas y hasta camellos son obviados sin más? Acaso pueda verlos usted misma:



Usted se presentó a sí misma en El Mundo como "la activista que de niña sacaba a los insectos de los charcos con un palito". Ante semejante simplificación de su empatía, capaz de conmiseración incluso con formas tan primarias como los insectos, se hace aún más oscura la pregunta sobre el silencio de PACMA frente al rito del Eid al Adha. ¿Acaso es temor por la violencia yihadista, por supuesto en despecho del supuesto heroísmo con el que los animalistas se muestran ante la opinión pública? ("Daría hasta mi vida por la lucha de Liberación animal, dijo alguien en Behind the mask). ¿Por qué no hay manifestaciones frente a las mezquitas como sí las hay frente a las plazas de toros, incluso en festejos donde no se sacrifican reses? ¿Temen unas condenas de las ciencias sociales, por ensañarse contra una minoría religiosa en pleno debate sobre los refugiados, las identidades nacionales y el multiculturalismo? De ser así, ¿por qué no hubo tampoco nada de su parte el año pasado, cuando el debate de los refugiados estaba oculto?
Y más urgentemente:  ¿Por qué no hubo una sola protesta, ni siquiera verbal, por el sacrificio de miles de caprinos y ovinos, si el animalismo consiste en la consideración moral de todo animal con sintiencia? ¿No experimentan placer o dolor los animales muertos en el Eid al Adha? ¿No concurren aquí las acusaciones contra la tauromaquia, como la muerte de un ser en estado de indefensión?

Contra la tauromaquia exigen la abolición. Contra el rito musulman, "extremar vigilancia", declaración facilista, sin compromiso de activismo

A todo esto debe volverse unos cuántos párrafos atrás, al momento donde el veganismo declara inválidos todos los matices que justifican el sacrificio animal, al solo entender la relación entre el hombre y los animales como ética. También sobre el heroísmo de los animalistas, esos seres evolucionados que se oponen a los azarosos peligros de la "amenaza taurina" en su contra; frente a los "bárbaros medievales" de Tordesillas, los muyahidínes modernos suponen una ventaja. Incluso hay que volver sobre la tesis de Houellebecq sobre el falso tratamiento de los musulmanes como ciudadanos de segunda, dignos de lástima sociológica y a los que se les permiten sus costumbres como un exceso de pintoresquismo. No protestar contra la decapitación de corderos es negar la inclusión de los musulmanes el consenso y el disenso multicultural, entre otras cosas.
 ¿Qué queda, señora Barquero?

Es decir, no hay ninguna razón para que usted y el partido político que dirige, omitan la denuncia contra el sacrificio de corderos en las mezquitas españolas, sin que esa omisión signifique al mismo tiempo la negación total de su propio discurso animalista. Al parecer hay "maltrato animal" rentable para el movimiento vegano: un toro en Tordesillas posee más peso específico que miles de corderos. Cualquiera puede ver que este cálculo es demencial desde el punto de vista moral, aunque para efectos del activismo vegano intentar impedir el alanceamiento del Toro de la Vega supuso la comisión de recursos cuantiosos a todos los niveles. Porque señora Barquero, ustedes no luchan "por los animales", en plural general, sino por los animales que les supongan ganancias directas en su capital político y económico. Esto, como comprenderá, no tiene nada que ver con el animalismo real, si es que tal entelequia existe.
Porque además nos obliga usted a llegar hasta ciertas conclusiones: el activismo antitaurino es un negocio, no una profunda convicción moral; de serlo, se protestaría más alto por el sacrificio de un cordero amarrado que por la muerte de un poderoso toro de media tonelada. PACMA no es un partido contra el maltrato animal: es un partido político, a secas, con toda la carga de interés e indignidad que ello acarrea. Las víctimas del sacrificio, ocultas pese a lo escandaloso de su sangre, no le importaron ya ni a usted ni a PACMA.


En este punto, alumbrados por la incoherencia animalista, por el vergonzante silencio institucional y el olor de la conveniencia, el falso heroísmo, el toro como víctima equivocada en el mundo general del animalismo, resuena una pregunta final: ¿Cuándo van a encadenarse en los patios de las mezquitas para boicotear el sacrificio del cordero?
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martes, 15 de septiembre de 2015

Animalistas huyen al ver un toro



Unos 40 animalistas se interponen en la trayectoria del encierro. Confían en que el toro es indefenso, como tanto mascan una y otra vez en sus quejas. Si el toro resulta indefenso es obvio que el combate en su contra es una tortura. Si el toro es indefenso, desde luego que lidiarlo es una degradación moral. Si el toro es indefenso, deberíamos someterlo a la Ética del cuidado, que acoge a los seres que necesitan ser protegidos;...llegados a este punto, Rompesuelas, toro del Conde de la Corte, 640 kilos y pezuña recia, se planta a unos 20 metros de distancia frente a ellos. Es el toro más poderoso de la tauromaquia. Como decía Verdeguer, cada año se lidian 6.000 toros en España, pero solo uno puede ser el Toro de la Vega. Al verlo, como en un viejo relato griego sobre el Pánico, los animalistas huyen en desbandada  entre gritos y empujones. Una mujer cae al suelo sin que nadie la ayude. Los demás llegan a las talanqueras, en otros pueblos desatornilladas por animalistas que buscan ocasionar percances. Todos diluyen el tapón que formaron con sus propios cuerpos para impedir la realización del Torneo.



           

(El vídeo del Diario de Valladolid muestra el paso del toro. Pueden verlo dando clic aquí)


Algo se rompe en el relato animalista con estas imágenes. Incluso su propio heroísmo, con sus cuerpos puestos en medio del encierro, deja de ser tal y se convierte en una ridícula caricatura del miedo. Quizá en el momento en el que corrían hacia las talanqueras para ponerse a salvo, ellos hayan sentido algo del miedo primigenio del hombre cuando se puso ante las astas y creó la tauromaquia. Él fue hacia adelante, pero ellos huyeron hacia atrás, como las especies menores.
Momentos antes, otro animalista se había encadenado en la vía. Al conocer que el toro ya estaba suelto por el recorrido, él mugió de miedo con una voz quebrada, ante todas las cámaras de televisión que lo grababan en directo. "Esto es un intento de asesinato".

Así que los dudosos defensores del animal conocen empíricamente que el toro da miedo, que ante él se siente temor y no misericordia, y que puede matar. Constataron que la mitad de su ideología antitaurina se basa en supuestos de ensañamiento contra un animal que en realidad no existe.

La valentía es un valor positivo, y es lo que se cultiva en todos los festejos donde hombres y mujeres se ponen delante de las astas de un poderoso animal para torearlo. El trabajo de campo de estos animalistas en Tordesillas es una grandiosa contramuestra de lo dicho.

(Post data: si se quiere tener una visión veraz de lo que supone el rito del Toro de la Vega, recomiendo vivamente el texto del filósofo Martín Arias, El Toro de la Vega, Fiesta e ideología, que puede leerse en este link).
O bien aquí:  https://dl.dropboxusercontent.com/u/60156832/numeros_revista/Trama_y_Fondo_27.pdf


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martes, 8 de septiembre de 2015

"No duele, ¡Es arte!"


Los antitaurinos recuerdan a los inquisidores, si es que no son su versión posmoderna: mientras creen ser portadores de la luz moral en un mundo corrupto, en realidad son capaces de las peores violencias, siempre en nombre de esa alta moralidad que pretenden imponernos.

Sirva un ejemplo: cada vez que un torero es corneado, no solo hay que aguantar el desfile de peores deseos contra el matador por parte de los antitaurinos. Su contradicción incluso les alcanza para el atrevimiento de ironizar.

Pero para el ejercicio de la ironía, decía Joyce, era necesario el concurso de la inteligencia: la ironía es una burla fina, sabia; provoca hilaridad antes que contradicción, y se caracteriza por el buen gusto. Todo esto no es común denominador de los antis.

Empecemos por algo: nos inclinamos a pensar que hay una brutal contradicción entre enunciar que el toro es un animal indefenso, pero a su vez celebrar las cornadas como si se trataran de goles en la final de un mundial. En cuanto un torero cae en el ruedo y la prensa amarillista prepara las fauces de buitre para explotar la noticia, los animalistas, veganos, antitaurinos, pacíficos habilis y demás fauna de la moral, dejan deslizar expresiones como "ojalá se muera", "denle el rabo y las orejas al toro", "ojalá sufra algo antes de morir" y, nuestro tema, "no le duele, es arte". ¿Pero cómo un animal indefenso puede herir al despiadado torero que lo atormenta, si ser indefenso consiste precisamente en la incapacidad de defensa? Es una pregunta tan difícil de responder como inquirir qué haría un toro con las orejas del torero, al carecer el bóvido de pulgar retráctil para coger nada, y mucho menos simpatía por la carne, al ser un herbívoro. Mientras el ser humano perdió su rabo al convertirse en Sapiens y bípedo hace 300.000 años, los antis siguen pidiendo que se le corte una extremidad vertebral al torero de la que hasta ellos mismos carecen.


En todo caso, la expresión "no le duele, es arte", es en realidad una inconsecuencia.

Los taurinos no creemos que la categoría de arte en el toreo enerve la capacidad de sentir dolor y placer en el toro, es decir, su sintiencia.
El toreo es arte porque supone la trágica coreografía entre un hombre y el toro, animal totémico y referencia central de un sistema de pensamiento muy antiguo. Quien no crea que el toreo sea dicha coreografía, vea este vídeo.

El toreo es un arte, aunque a veces no haya danza. También en él concurre el desgarro épico de las tragedias. Por ejemplo, la hazaña heroica del torero ante un astado ejemplarmente complejo y peligroso, produce una emoción estética a la que Valle-Inclán igualaba con el arte trágico.

Bajo el influjo de Nietzsche en su Origen de la tragedia, obra que revivió los estudios clásicos sobre Grecia, Valle- Inclán decía que Juan Belmonte al torear se transfiguraba en Apolo.

El toreo, decía José Bergamín, es un arte que debe verse de frente. La frialdad de los televisores dará una aproximación, pero nunca la experiencia. El arte, cualquier arte, se experimenta. Por eso existen los museos por encima de los catálogos.

Que el toreo sea arte no significa que supongamos el "indolorismo" del toro. Que se dance o se asista a una epopeya heroica en el ruedo, son datos estéticos, no morales ni mucho menos fisiológicos.



Los cordados, vertebrados, mamíferos y demás seres incluidos en dicho taxón, sienten. El toro de lidia y el hombre sienten, pero igualar su sintiencia como lo hace la imagen de arriba, es cosa de brutos.

Si el ser humano sintiera igual que un toro, tendría también sus hormonas. El sistema nervioso central no solo se compone por la capacidad de sufrir,como es el sueño de la piadosa ideología animalista. También lo hace de reflejos, condicionamientos y reacciones, todas determinadas a nivel hormonal. Igualar el sistema nervioso central de un humano con el de un toro, es, cuando menos, básico bestialismo.

Una vieja paradoja de la ética dice que el hombre no sabe nada sobre murciélagos. Ni porque se pusiera en sus zapatos, podría obtener el caudal hormonal, mental, consciente y físico, para conocer mínimamente lo que siente un murciélago al volar por los cielos en una noche con lluvia.

Si un antitaurino siente como un toro, está renunciando a varios millones de años de evolución y diferenciación. Cabría suponer que su sistema límbico es bastante primitivo para procesar algunas cosas: desde una misa de Bach hasta la sensación de un insulto expresado por la boca de otra persona. Sus reacciones hormonales al oler cualquier hembra en celo, también estaría condicionada por goteos constantes, entumecimiento de la entrepierna y apagón de las funciones neurológicas en la mitad de su cerebro. Como si estuviera comentando cornadas, exactamente.

Las hipofisiarias y adrenales de un bovino hacen que la experiencia del dolor en él diste de la nuestra. De hecho, cada reacción y sensación es distinta para cada especie.



Si los taurinos creemos que el toro reacciona a los estímulos doloros emitiendo betaendorfinas analgésicas, podríamos decir que el ser humano tiene un mecanismo similar en la emisión de adrenalina para impedir su colapso en situaciones extremas, como las largas caídas. Esta es la raíz de los deportes extremos.
Sin embargo, el toreo no es un deporte, y las hormonas humanas, como el mismo hombre, son incomprables.

El toreo es arte porque es arte, no porque al toro no le duela. Y al toro no le duele porque el toreo sea arte, sino porque lo dicen incontables estudios científicos cuya conclusión deriva en reconocer que el toro desarrolla una constante agresividad en el ruedo, aupado en la reacción hormonal que se desencadena ante los estímulos invasivos. Sin sus embestidas, no existiría el toreo. Sin su peligro ofensivo, no existirían las cornadas.

Por ejemplo, una frase cualquiera de dichos estudios, en los que la palabra Arte está ausente:

"La raza del toro de lidia es una raza autóctona española con unas características que la hacen distinta a otras razas bovinas (...)  Por ello, nos hemos planteado el estudio de diferentes parámetros hormonales durante la lidia, para valorar la respuesta que tiene el ganado bravo ante el estrés y el intenso ejercicio físico que supone la lidia. Para la determinación de las concentraciones hormonales se utilizó la técnica enzimunoenzimática EIA de competición en el caso de las hormonas cortisol, coritcosterona, testosterona, 17-beta estradiol, androstenodiona, triiodotironina y tiroxina. Para la hormona estimulante del tiroides se empleó el sistema EIA Sandwich. Tanto los toros como los novillos se clasificaron en tres grupos: campo, rechazo y lidiado.(...) A la vista de los resultados obtendios se observa que la lidia provoca un aumento significativo de las concentraciones de cortisol y de corticosterona, tanto en novillos como en toros. Respecto a las hormonas gonadales, la lidia completa también produce un incremento en los niveles de testosterona y de 17-beta estradiol en novillos y en toros; y de androstenodiona en los toros. En el caso de las hormonas tiroideas, los valores plasmáticos de T3 y T4 tienden a incrementarse con la lidia. La TSH aumenta durante la corrida en el caso de los novillos, y en el caso de los toros el incremento no llega a ser estadísticamente significativo. ".

Ramón Esteban Gavín, un científico español, presentó en 2002 un estudio a propósito de la Influencia de la lidia sobre los perfiles hormonales plasmáticos en el ganado bravo. De hecho, le llamó así a su trabajo.

La meta-encefalina bloquea receptores de dolor y crea un concepto físico llamado Umbral del dolor, presente en cada especie. El del toro, condicionado por siglos de evolución, sería un Umbral del dolor adaptado para la lucha en el campo y la plaza.
¿Acaso figura en lado alguno la tolda del arte? Aquí tampoco:

"Otra parte de nuestro estudio fue intentar conocer el umbral de percepción del dolor mediante la medición de los niveles de betaendorfinas en toros y novillos. La betaendorfina es un opiáceo endógeno y la hormona encargada de bloquear los receptores de dolor (nociceptores) en el sitio donde éste se está produciendo, hasta que llega un momento que se deja de sentir dolor".

(Fuente: http://revistas.ucm.es/index.php/RCCV/article/viewFile/RCCV0707330001A/22583)

Los umbrales de dolor, como los sistemas comunicativos o las funciones neuronales, son distintos para cada especie. A los toros no le duelen las cornadas de sus hermanos (pueden seguir luchando en el mismo sitio hasta que el otro toro pierda la batalla), pero al torero sí. Entiéndase a la luz de lo arriba expuesto.


Es evidente que al torero sí le duelen las cornadas. Por eso el toreo es un ejercicio para valientes, por más que se empeñen otros en negarlo. Sin ese valor, sin esa suficiencia para actuar, esquivar y danzar con un animal que produce cornadas tan grandes como el regocijo anti, no existiría el arte de torear. Sin embargo, el toreo no es arte porque al torero le duela, sino a pesar de que le duela.

El antitaurinismo todo evolucionado confunde fisiología con arte e ironía con sus aberrantes principios de regocijo ante el dolor de sus congéneres. Semejan a los brutos que, ante los patíbulos y cadalsos de la inquisición, arrojaban gatos muertos a los reos que agonizaban, tras ser condenados por "practicar brujería" con animales de Satán, como los gatos negros.

Alegrarse de la cornada de un torero es la renuncia a los principios de compasión ante el dolor, ética de avanzada y moralidad de todos los escenarios, que precisamente pretenden imponer en la sociedad. Si ni ellos mismos son capaces de mínimos éticos ante su propia especie, que por favor no pidan máximos éticos hacia todos los animales.  


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martes, 1 de septiembre de 2015

Ruth Toledano y el machismo taurino


En su obra Las fronteras de la justicia, Martha Nussbaum ofrece una de las versiones más recientes de la teoría animalista. El contractualismo, o teoría del contrato, al fin se aplicaba al movimiento por los derechos de los animales, lejos de las aguas mansas del utilitarismo de Singer y el pantano radical del abolicionismo.

Aunque torciera algunos conceptos específicos de Rawls, como la racionalidad de los suscriptores de los pactos o el velo de la ignorancia, Nussbaum infundió un nuevo aliento al animalismo estancado por el corporativismo de las ONG y los escándalos por terrorismo del ALF. La introducción del tema no deja de ser diciente. Consta de un epígrafe extraído de la histórica sentencia en la India que concedía el estatus legal a los animales, como seres con capacidad de sentir dolor y placer (sintiencia) e intereses dignos de ser tutelados por la ley:

En definitiva, sostenemos aquí que los animales de circo [. . .]
son encerrados en jaulas sin espacio para moverse, sometidos
al miedo, al hambre, al dolor, por no hablar de la vida indigna
que han de vivir sin tregua, y sostenemos también que la notificación
impugnada ha sido emitida de conformidad con los
[. . .] valores de la vida humana y la filosofía de la Constitución
[ ... ] Aunque no sean homo sapiens, son también seres que tienen
derecho a una existencia digna y a un trato humano sin
crueldad ni tortura [. .. ] Por consiguiente, no solo es nuestro
deber fundamental mostrar compasión por nuestros amigos
animales, sino reconocer y proteger sus derechos [ ... ] Si los seres
humanos tienen derechos fundamentales, ¿por que no los
animales?
Nair v. Union a/India, Tribunal Superior
de Kerala, no 155/1999, junio de 2000

Luego, ella se extendió en su teoría moral animalista saltando desde el fallo del tribunal hindú.

"Los animales no humanos son capaces de llevar una existencia digna, como afirma el Tribunal Superior de Kerala".

Para Nussbaum, la declaración del Tribunal Superior de Kerala era una llamado histórico a la consideración moral de los animales, en reconocimiento de su capacidad de sufrir y la lista de intereses que pudiera florecer en su existencia: los animales, tienen interés no explícito en vivir, respirar, comer, ser libres, ver cumplir el programa genético de su especie y en garantizar su existencia sobre los voraces procesos evolutivos, donde gracias a la adaptación y la lucha solo el más fuerte sobrevive. El ejemplo Hindú era clara muestra de cómo estos principios, según los cuáles es de recibo tutelar con derechos los intereses que reclaman protección, sea de la especie que sea, tienen aplicabilidad legal y merecen extenderse hacia los animales.

Entre otras cosas, los animales no humanos en la India cuentan con un estatus legal que los protege contra el, así llamado, "maltrato animal". El histórico fallo de Kerala los blinda contra la utilización como alimento, entretenimiento e incluso tenencia. Lo anterior parecía solo hacer eco a la restricción cultural de comer animales en un país con 800 millones de vegetarianos. Sin embargo, la aplicación del fallo iba más allá, por cuanto hacía sujetos de derechos a los animales. Por ejemplo, un elefante puede arrasar cualquiera de las humildes aldeas que pueblan el valle del Indo, donde la miseria extrema campea. Sin embargo, la Ley impide agredir al elefante en defensa de los bienes humanos, incluso la vida misma.



Lo curioso, visto de forma estructural, es que Nussbaum en las páginas anteriores a su consideración animalista, había denostado al mismo sistema Hindú como regresivo y arcaico en lo que respecta a los Derechos Humanos y el estatus de la mujer en dicho contexto, al denunciar que ellas incluso podían ser usadas como propiedad inmueble:

"Consideremos a la luz de este argumento el caso de un país que no ofrezca iguales derechos de propiedad, por ejemplo, a las mujeres. (La India es un ejemplo de un país de este tipo.) [...]
La ley de la propiedad hindu sigue conteniendo grandes desigualdades:
atribuye a las mujeres participaciones menores y en algunos casos vincula la propiedad a consorcios familiares que impiden que una mujer pueda separar y controlar separadamente su parte en caso de abandonar la familia". (pág. 259 Las fronteras de la justicia).

En realidad, la denuncia de Nussmbaum contra el estado de los Derechos Humanos de las mujeres en la India, peca de benevolente.

El país que el animalismo exalta como evolucionado a causa de su animalismo cultural y legal, es el peor lugar sobre la tierra para ser mujer. De hecho, este país siempre es nombrado en el informe anual de Amnistía Internacional como el mayor violador de DDHH en el tema de feminicidios, accesos carnales violentos (violaciones), quema con ácido, pedofilia cultural y demás. La ONU ha condenado en múltiples ocasiones al sistema hindú y algunas ONG intentan exponer a occidente el drama que supone la condición femenina en la India.

Tan solo considérese unos de los flagelos sobre la violencia contra las mujeres en la India: este país ostenta el deshonroso récord mundial en la tasa de violaciones sexuales. Amnistía Internacional ha sido un histórico denunciante de una práctica que llega a cobrar hasta 24.000 hechos al año, es decir, más de 66 violaciones por día. Pese a los avances en materia jurídica provocados por la presión internacional, lo cierto es que el estatuto de la mujer en el sistema hindú sigue siendo por mucho inferior al de las vacas. Por ejemplo, esta semana vimos con horror la noticia sobre las dos hermanas condenadas a ser violadas por una infidelidad de su hermano. Esto se produjo en Uttar Pradesch, región donde se ubica el hermoso Taj Mahal pero donde también tiene lugar la creencia brahamánicas e hindúes más radicales sobre el estatuto de los animales como seres cuasisagrados, es decir, zonas ampliamente vegetarianas en su dieta y animalistas en sus creencias.

En definitiva, si hay un estado que puede ser catalogado como machista es la India. Desde luego, si obviamos particularidades, como por ejemplo, que en dicho país el homosexualismo sea delito, o la discriminación sea moneda corriente merced a un regresivo sistema de castas. Solo aquí cobra sentido la genérica frase de Gandhi: "un país, una civilización, se puede juzgar en la forma como trata a sus animales".

Vayamos al asunto:

Sin ningún estudio sociológico con pruebas empíricas que demuestre de forma fehaciente la relación estructural entre tauromaquia y machismo, Ruth Toledano sigue concluyendo que las corridas de toros son el detonante de la violencia contra las mujeres. Es decir, sin un solo caso analizado, sin ninguna tesis, sin pruebas de campo, sin estadísticas contundentes, sin relaciones sociales que conecten la corrida con el hogar, ni mucho menos testimonios de mujeres maltratadas por hombres taurinos o toreros, ella salta el método de estudio para concluir, aupada en una caricatura, una relación estructural.

Sería lo indicado retarla a que presente un solo caso, uno, donde se haya comprobado por vía psicológica, que un hombre maltrató a su mujer por causa de la tauromaquia. Aunque existen muchos estudios genéricos no elevados al rango de ley forense, donde dicen evidenciar el vínculo entre maltrato animal y maltrato a los humanos, lo cierto es que una generalidad no puede en ningún caso erigirse como norma absoluta, sin que por lo menos haya un estudio sensato que lo pruebe. Sensu contrario, también hay casos de animalistas que cometen violencia contra los seres humanos. Entre tanto, el animalismo solo posee un estudio donde las mujeres de Huamantla manifiestan sentirse más inseguras en su hogar durante las tradicionales fiestas de su pueblo. En ellas, los hombres no solo van a corridas de toros ni tampoco los corren, sino que están rodeados de unas fiestas patronales que involucran muchas más prácticas, por lo que es difícil deducir que la única causa de la inseguridad femenina, se derive de la tauromaquia.

En cambio, tenemos un país animalista que al mismo tiempo es el mayor agresor de mujeres en el mundo, si omitimos el drama de algunas castas y de los homosexuales. Sin embargo, esa arcadia de la moral no recibe una sola sospecha sobre la relación estructural entre animalismo y maltrato contra las mujeres. Por el contrario, el animalismo se muestra a sí mismo como una evolución histórica comparable a la lucha por los derechos de las mujeres, los gais y los afrodescendientes. Pese a que la violencia machista sigue asolando a la India, los taurinos no cometeríamos la imprudencia de caricaturizar la violación de alguna de las 66 mujeres abusadas en cualquier día de la India, junto a algún señor vegetariano cuyas convicciones profundas le llevan a pensar que los animales merecen consideración moral.

Pese a declararse hermanos de la lucha contra el sexismo, los animalistas siguen identificando a toreros, ranchers y cazadores como hombres de "pene pequeño", perpetuando el imaginario sobre hombría y virilidad que sustenta al machismo.
La tauromaquia no produce violencia contra las mujeres, ya que esta ocurre con independencia de las corridas de toros en países que ni siquiera tienen esta práctica cultural. ¿Cómo puede explicarse el machismo en países sin corridas de toros? Las tesis sobre la "pendiente resbaladiza" en el origen de la violencia no poseen tampoco rango de ley científica. En realidad, el origen de la violencia es más complejo, y se sigue extendiendo más allá de la agresión machista, incluso en la revictimización que hacen quienes instrumentan dicha violencia para utilizarla en provecho de sus propias convicciones y luchas personales. Esto es en realidad lo que hace el animalismo al relacionar la violencia machista con la tauromaquia.
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lunes, 31 de agosto de 2015

Diego Urdiales, puerta grande en Bilbao


En la escritura del genial Roberto Bolaño es recurrente la mención al cheque de la Universidad Desconocida. Para entonces, él estaba en Gerona (Cataluña), con la visa de trabajo vencida, permiso de residencia por tres meses y la amenaza de ser deportado a Chile, país del que huía por la dictadura. Al carecer de visa, no podía conseguir trabajo y aguantaba un frío otoño sin comida, calefacción ni muebles en un piso que estaba a punto de ser rematado y donde las telarañas estaban vacías junto al río Oñar. Su esperanza era una moneda de níquel y una cabina telefónica mientras al otro lado de la línea nadie descolgaba el teléfono. En el paroxismo de la desesperanza, en medio de un gran tiempo indefinido y oscuro, a punto de morir de hambre y de frío, alguien golpea en la puerta de Bolaño y le entrega un cheque de la Universidad Desconocida dado por cualquier trabajo académico en su pasado. Es la metáfora de la salvación para quien espera. Bolaño pudo comprar un jamón, pagar la calefacción y empezar de nuevo. Temblaba al caminar pensando en el tipo de salvación que había obtenido, de forma providencial, de la nada, con el cheque de la Universidad desconocida. En uno de los momentos más líricos de su prosa, se echó a llorar al no entender esa salvación que tanto esperó.

Similar cosa sentí al ver a Urdiales llegar al estribo con el rostro bañado en lágrimas tras ver que, luego de 17 años de lucha, al fin había tenido su primera puerta grande en una plaza española de peso. Él, quien en los años de menos actividad remendó zapatos en Arnedo o se puso sobre el traje de luces una sudadera para torear de salón en los parques nocturnos, al fin oía ese toque seco en su puerta producido por el portador del cheque salvador. ¿Qué forma de salvación desconocida aguarda siempre sin que lo sepamos? En su caso, 17 años con esa certeza al fin se cumplían cuando Matías asomó el par de pañuelos.

          

La faena a Favorito de Alcurrucén olió a torero.
Su forma de cuajar el toreo al natural semidefrente y cargando la suerte de la forma más ortodoxa posible, en contravía con su época; los derechazos donde corrió la mano con un mando templado entre la exquisitez y el poder; el espadazo, sobrado por contrario y pasado, denotando que se atragantó de toro; las trincherillas clásicas para demostrar al toro dominado; el empaque clásico, sin aspavientos retorcidos ni pechos de paloma artificiales; los tiempos de la faena, medidos y consisos con la brevedad que requiere lo bueno, a diferencia de las faenas maratónicas de hoy;...era Antonio Bienvenida y también Chenel, con algo de la tragedia concertada de César Rincón por décadas oculto hasta que llega el momento de la gloria. El cánon clásico incluso se completó con esos derechazos de perfil, demasiado heterodoxos a primera impresión, pero que se resolvían con muletazos metiendo el toro para adentro en la circularidad bendita que es tan difícil de lograr, máxime con la suavidad de toque y recorrido que le imprimió Urdiales a la majestuosa embestida del toro. A todo esto subyacía la belleza platónica de la verdad: lo bello es bello porque es verdad.
De la unión de todos estos elementos, incluso con los andares para dar pausas al toro, se desprende un concepto tan perdido que nos parece irreal verlo: la torería. Que cada una de las acciones, movimientos y estados en una faena, en la calle o en una conversación, denoten que eso solo lo puede hacer alguien que es torero.


El gran toro de Alcurrucén fue bravo y presentado. No requería toque fijador, lo cual habla bien de su prontitud para presentar embestidas bravas. Permitió una de las mejores faenas de la temporada.

A su primero le había recetado una estocada tan perfecta, que a algunos aficionados les recordó la inmortal escultura "La estocada de la tarde", de Benlliuere, que conmemora la muerte del miureño Barbero a manos de Machaquito, y cuyo poder dramático se volvió referencia absoluta del buen estoquear y el bravo morir. Esos mismos aficionados, de los que uno puede presumir que son cultos, también refirieron que jamás habían visto llorar tanta gente en un tendido.

Los que también hicimos lo mismo frente a la pantalla del televisor, le creemos. Y también creemos en Diego Urdiales.


(Fotos de Miguel Aradros, Berho, Cultoro.com, artetaurino.de y pantallazos de Javi taurino).
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domingo, 16 de agosto de 2015

Seis mentiras en el vídeo antitaurino de Canal Capital



El Canal Capital, televisión pública de todos los bogotanos, -incluidos los taurinos, esos molestos outsiders que también pagamos los impuestos que la mantienen-, lanzó con motivo de la celebración de Rock al Parque un comercial antitaurino bajo la campaña No a la sangre como espectáculo.

         


SEIS MENTIRAS SEIS EN EL COMERCIAL DE CANAL CAPITAL


1) "Por aquí salía el toro de lidia; se llamaba así porque había un tipo que tenía que lidiar con él"

Esto introduce una falsificación recurrente en el antitoreo: negar la existencia del toro de lidia al desconocer también su particularidad. Para el antitoreo, el discurso de la tortura solo sirve en función de un animal indefenso. De allí saltan a asegurar que los toros de lidia son un invento, y que en realidad los plácidos bóvidos resultan amigables mascadores de pasto, como Fadjen.  El torero sería así un despiadado que desgracia a un animal que no puede luchar, ahondado la inmoralidad del acto.

El toro de lidia no recibe tal nombre de su particularidad zoológica solo porque lo lidien. En realidad en él asisten distinciones del orden genotípico y fenotípico suficientes para hacer de su genoma una prueba aplastante sobre su naturaleza ofensiva. El toro de la corrida, concluyó la Academia, es una raza única, con cromosomas no presentes en otras razas y especies de bóvidos, con información genética relevante como para deducir, con algo de ciencia más que de ignorancia, que el toro de lidia se llama así por serlo, y no porque lo lidien.


2) "Vestido con lentejuelas, porque el tipo tenía que brillar con luz propia"

Aunque parezca un detalle inane, que los antitaurinos desconozcan la naturaleza del traje de luces dice mucho sobre qué es lo que realmente saben de la tauromaquia, un fenómeno que solo puede entenderse si es visto. La distorsión de la propaganda animalista ha extendido la especie de que el torero se viste con lentejuelas. Esto, naturalmente, ha producido un discurso homofóbico en torno a la incomprensión que rodea al fenómeno cultural.

Que la inteligentísima presentadora suponga que el traje de luces existe para "hacer brillar con luz propia" al torero, parece más el eslogan de un champú que una explicación informada al auditorio. En realidad, cualquier somera mirada sobre los estudios antropológicos de Patricia Martínez de Vicente, daría luces sobre cómo esta hermosa pieza de orfebrería tiene un sentido social que versa sobre la adquisición de dignidad de las clases menos favorecidas, que ascendían momentáneamente a la dignidad de señores en los ritos de los caballeros e hidalgos en la época de los Austrias. Curiosamente, tal empoderamiento del vasallo como igual al señor, es uno de los discursos en los que la izquierda encuentra mayor simpatía. En este caso, la ridiculización en torno al traje de torear, además de enmascarar un discurso homofóbico (¿Cómo se va a vestir un hombre con lentejuelas?), es un canto a la ignorancia sobre el fondo cultural de las corridas de toros.
Algo que también puede hacerse para salir de la docta ignorancia antitaurina en torno al traje de luces, es ver este trailer.

3) "Estaba el tipo acompañado por un caballo con un jinete, que tenía una gran lanza; esta gran lanza era clavada en el lomo del toro para humillarlo" (...) "luego salían unos banderilleros (...) tenían unas banderillas con las puntas así" [muestra un dedo alargado]

 Es bastante enojoso tener que desmentir tan meríficas exageraciones sobre lo que realmente pasa con el toro en el ruedo. La puya, según la bélica clásica, es todo lo contrario a una lanza: su función es la de parar o detener, por lo que se clasificaba como separada a aquellas armas arrojadizas que pretendían atravesar un cuerpo. Si una lanza atravesara el cuerpo del toro, quedaría inválido, quizá muerto, y no serviría para las siguientes fases de la lidia, donde debe enfrentar al hombre. Al toro se le pica para defender la cabalgadura, antaño sin peto protector, y también para lucir su bravura, pues el toro debe crecerse ante el castigo. La inexactitud sobre la longitud de los arponcillos también es muy diciente, puesto que nunca serán más largos que un dedo extendido y su función en el toro es la de avivar su embestida. ¿De dónde saca que el tercio de varas es para humillar al animal, si de hecho existe para exaltar su casta? El toro no rehuye la lucha y va al caballo en repetidas ocasiones según la dimensión de su bravura. En ese tercio, el público observa que el animal no sea manso y conmemora su poder frente a la lucha. Tan solo el día de ayer en Dax, Francia, una corrida de Pedraza de Yeltes encontraba la apoteosis con un toro que hacía honor a su estirpe al embestir con bravura a la caballería en distintas ocasiones.
Pero lo realmente mentiroso en esta descripción del toreo, es que obvia deliberadamente dos cosas fundamentales: el toreo de capa y el toreo de muleta. En estos actos, que de hecho ocupan la mayor parte de tiempo en una lidia, el hombre solo tiene un trozo de tela y con él debe crear una coreografía usando para tal fin la embestida de un toro que intenta matarlo. Por esta creación estética se conoce al toreo como un arte. El vídeo, al obviarlo, ignora la riqueza estética de las corridas de toros hasta el punto de hacer parecer todo una lucha digna de martirologio para los santos toros.

                     
                          

                          

                          

4) "Había un tipo que se sentaba aquí (...) cual Nerón en un coliseo, daba la orden de matar al toro"

Mi favorita. El Coliseo fue construido después del reinado de Nerón, el clásico déspota que sentía limitada simpatía por los juegos de circo, aunque eso no le impidiera ser un sádico real con los humanos. Por ejemplo, el incendio que este demencial inhumano provocó en Roma, también pasó por encima de los estanques donde décadas después se levantaría el reconocido y monumental Coliseo. Si este César se hubiera sentado en el Coliseo, como dice la presentadora, en realidad hubiera flotado en una laguna artificial. En todo caso, en las plazas el presidente no ordena la muerte del toro. Su jurisdicción solo llega hasta lo contrario: ordenar que no se mate al animal bajo la gracia del indulto, que es pedido por el público para los toros con ejemplar bravura, digna de ser preservada en la tutela de semental que se le asignará al salir victorioso de la corrida.
La escaramuza mendaz solo sirve para establecer la ignorante relación entre circo romano y corrida de toros. En la corrida no se conmemora la muerte humana, a diferencia del juego de circo antiguo. Tal diferencia no es sutil. La corrida se trata, precisamente, de lo contrario al circo: el hombre debe sobrevivir. Los espectadores del toreo no encuentran regocijo en la sangre, puesto que el toreo está codificado de tal forma que la agresión desproporcionada al toro quita el honor al torero. ¿Cómo pudiera ser que el desacierto en la espada genere el rechazo de un público que supuestamente goza con el sufrimiento? Seguido, los espectáculos con animales en el Circo romano eran menos frecuentes de lo pensado. Se servía la destrucción de especies endémicas de los territorios conquistados, para conmemorar la victoria del imperio. Las luchas de fieras contra esclavos indefensos, coinciden más con el deseo antitaurino que con la realidad de la corrida.



5) "Salían unos señores que eran los monosabios y arrastraban el cuerpo del animal por toda la plaza. (...)Mono, por uno; y sabios por a lo único que los tipos sabían hacer (sic). Afortunadamente estas personas desarrollan ahora tareas más nobles"

Otra genial intervención en los límites entre la ignorancia y la insolencia. La presentadora confunde a los monosabios con los mulilleros, personas estas encargadas de arrastrar los restos mortales del toro. Precisamente están allí para garantizar un trato ritual y puro con los restos de un animal que la cultura taurina considera como sagrado. El toro de lidia no puede salir de cualquier forma; lo lleva un tiro de mulillas engalanadas ricamente, como si al animal se le diera un trato funerario. De hecho lo es:


Por el contrario, los monosabios son ayudantes que mantienen la arena en condiciones óptimas para que los animales, sean caballos o toros, no se rompan las pezuñas. También limpian el ruedo y se someten a la heroica empresa de defender la cabalgadura en caso de que el picador la pierda. Si un caballo de pica cae a causa del indómito ataque del poderoso toro, quienes levantan al caballo son los monosabios. Su nombre no viene del insulto escupido por la presentadora: hace eco de unos monos o micos que hacían labores con tanta agilidad y destreza, lo mismo que minucia y gracia, que el movimiento de los peones por la arena para salvar caballos los recordaba.
Distinto a lo que dice la presentadora, la Alcaldía de Bogotá no se preocupó por el desempleo generado a causa de la prohibición de las corridas en 2012. En el fondo, no tienen idea de las penurias económicas que han pasado las miles de personas humildes que dependían de la temporada para obtener sus ingresos con una actividad legal y de la que aprendieron oficio.
Solo, a modo de humillación por la forma en la que lo expresaron, le ofrecieron a los toreros ser barrenderos y recolectores de basura.

6) "Allá se hacían 20.000 personas que bebían, celebraban y reían de la muerte del animal"

No contenta con inflar en 5.000 la capacidad de la Santamaría en un alarde de profundo conocimiento sobre el coso, la presentadora extiende uno de los mitos más celebrados en torno a la tauromaquia: que el taurino va a la plaza para emborracharse. Imaginar cualquier multitud -incluso antitaurina o imparcial- de 15.000 o 20.000 personas beodas en un recinto cerrado, supondría un problema de orden público descomunal. Las calles colapsarían, se sucederían las peleas en torno a la plaza, se destruirían inmuebles y los antitaurinos sufrirían una violencia casi mayor a la del toro atravesado por lanzas y luego arrastrados por monosabios tras el beneplácito de Nerón. De hecho, es imposible que exista una multitud ebria que a su vez no genere perjuicios significativos para una ciudad.
En realidad la manzanilla, clásico acompañante de la bota taurina, es un inofensivo licor con menos de 1% ABV, o sea, habría que beber docenas de litros de esta sustancia si quiera para sentirse un poco mareado. El toreo no gira en torno a la consumación de licores y las personas que asisten a la corrida, no lo hacen para usar la plaza como cantina pública. El desorden de personas estropeando la vista para dirigirse a los baños, los ruidos propios de la irreverencia alcohólica, y demás manifestaciones que concurren en la felicidad de la embriaguez, raramente pueden coincidir con el silencio, la quietud y la concentración del público taurino. Quien haya ido a una corrida en la Santamaría, sabe de lo que aquí se habla.
Lo de reír de la muerte del toro es quizá la mentira más demencial en esta pequeña comedia de salvajes falsedades. La muerte del toro es precedida por un silencio exigido al espectador: para que el torero se perfile a matar, todo el mundo tiene que estar callado. Por otro lado, ¿por qué no hay un solo vídeo de 20.000 risas estallando en el momento en el que el toro es muerto? De las miles de corridas grabadas en la historia desde que existe el arte del cine y la industria de la televisión, estocadas incluidas, no existe tal cosa como risas pregrabadas de talk show al momento de la muerte. Es imposible. La muerte para el taurino es el centro del ritual, pues supone el sacrificio digno de un animal que no merece ser abatido en la oscuridad de los mataderos. El torero debe ofrecer su vida para matar al toro, pues se lanza entre los pitones para poder clavar el estoque. Las recurrentes burlas en torno a los toreros corneados, pueden dar una idea a los antitaurinos de qué tan letales pueden ser las astas del animal, como para que se tomen en serio esto de la estocada.
El día que un espadazo sea celebrado con risas en una plaza, los taurinos dejaremos de ir.



¿Y qué resta al final? El mérito del vídeo es que su guionista halló a la persona indicada para presentar esta sarta infamante, afrentosa y desconsiderada de falsedades en torno a una minoría que vive en Bogotá la persecución oficial de la Alcaldía. El reclamo contra la sangre como espectáculo obvia que las riñas de gallos ocurren en la ciudad semanalmente, sin que la alcaldía ni el animalismo con contratos suscritos con Petro, hagan nada. El tono del comercial es altamente desconsiderado, rayano en el desprecio y el odio; infunde mentiras y se solaza con un tema que lleva tres años ausente en la ciudad. A pesar del mandato de la Corte Constitucional en su sentencia T 296/13, la alcaldía sigue sin mantener el principio de imparcialidad en la función pública en torno al tema de los toros.

¿Pero cuál es la urgencia de producir un comercial de propaganda negra contra los taurinos? Entre otras cosas, la Alcaldía había expulsado a los toreros que practicaban de salón en la Santamaría, aduciendo que la plaza presentaba grave riesgo de colapso, exponiéndolos con esta medida a la constante agresión en los parques donde deben practicar ahora. Aunque se supone que la plaza está en intervención estructural por una empresa que ganó la licitación, se ve que no es óbice para que dentro de ella Canal Capital produzca un comercial dirigido contra una minoría cultural presente en la ciudad desde 1551 hasta nuestros días. Es, desde luego, el ahíto de la corrección pública, su producción diaria de demagogia en la propaganda,  la moralina que se escandaliza por el león cazado y no por los 12.000 niños portadores de VIH en derredor al felino, hasta entonces indiferente para la trama global. Si como dijo el filósofo catalán Gómez Pin, para el PIB mundial tiene más peso un gato parisino que una familia africana completa. Lo trágico, es que ya hasta el león cazado en Zimbabue tiene más peso en el escalafón de la indignación moral que los 39.000 niños muertos anualmente por desnutrición en dicho país, que además está en el último lugar de la medición de la Unicef sobre esperanza de vida infantil en todo el mundo. Algo paralelo sucede en Colombia con el tema de la tauromaquia en contraposición a los reales dramas de la nación, como, por ejemplo, la desnutrición infantil en La Guajira, que mata niños semanalmente. Desde aquí, es evidente, solo podemos extender falsedades contra la diferencia, aquella que no puede entrar en la trama de corrección de aquella aparente y espontánea sensibilidad moral, si es que puede decírsele así a la actitud que obvia la gran estela de mortandad infantil en despecho de un león, o de un toro.
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En el año 1988 Maníli abría la puerta grande de Las Ventas de Madrid en la corrida de Miura. También nacía yo. Amante de la tauromaquia, el cine, la literatura y el rock. Sigo con obstinada fe la certera evidencia de la frase de Lorca: "Creo que los Toros es la Fiesta más culta que hay en el mundo".